Banda Sonora
El arte de hablarte: Cultivar una cultura de bondad
Tenemos un recuerdo asociado con la trama de una película que nos marcó: su banda sonora. Increíble cómo, al escucharla, volvemos a experimentar las vivencias o emociones de algún momento del filme. Un sonido o una melodía sombría intensifica el miedo y la tensión en cada escena; así también, nuestro diálogo interno negativo refuerza emociones como la inseguridad, el fracaso y la autocrítica, afectando cómo percibimos los “eventos” que ocurren en la película de nuestra vida.
Sin embargo, somos los operadores del proyector de esta película. Tal como podemos cambiar la cinta en un cine para proyectar una historia diferente, también podemos transformar nuestro diálogo interno. Al reemplazar esa música lúgubre por una melodía más esperanzadora y positiva, podemos cambiar el tono de nuestra narrativa interna y, con ello, la percepción de nuestra vida.
El quid del asunto radica en la naturaleza de las palabras que absorbemos. Con demasiada frecuencia, las voces que resuenan dentro de nosotros no son nuestras: son los restos de nuestra educación, los ecos de aquellos que nos rodearon y los susurros de los críticos que buscaban disminuir nuestra luz en los primeros años de vida. Estos mensajes negativos y desalentadores han llegado a convertirse en la banda sonora de nuestras vidas, dando forma a nuestra autopercepción e interacciones con los demás. Es esa voz que nos dice que no somos suficientes, que susurra interrogantes como: ¿Por qué te escogerían a ti? ¿Quién crees que eres?
Pero, ¿y si le damos la vuelta al guión? ¿Y si decidimos hablarnos a nosotros mismos con empatía y comprensión? ¿Tratar cada interacción interna como una oportunidad para elevar y nutrir? Al hacerlo, creamos un efecto dominó de bondad, un escenario donde el respeto y la dignidad son los protagonistas. Incluso la forma de ver y comunicarnos con otros cambiará.
Hablarnos amablemente no es simplemente una delicadeza social; es un poderoso acto de rebelión contra la negatividad que busca dividirnos internamente y hacer reinar la inseguridad. Ser conscientes de que cada persona lleva una historia no contada, una batalla silenciosa, y que nuestras palabras tienen el poder de convertir en victoria esa batalla, es indispensable para sobrevivir en la trama de nuestra vida.
Entablar un diálogo interno significativo requiere coraje e intencionalidad. Exige el valor de mirar no solo por lo que somos, sino por lo que llegaremos a ser. Hablarnos con fe es un llamado a ser conscientes de las narrativas que perpetuamos y a elegir activamente palabras que construyan puentes en lugar de muros.
Así como la banda sonora anticipa las escenas que vendrán a continuación, de la misma manera, las palabras que nos dirigimos internamente anticipan los estados de ánimo con los que enfrentaremos cada evento que se avecina. La manera en que veremos el mundo y a nuestros semejantes cambia; incluso cambia la manera de comunicarnos con ellos. Siempre digo a mis amigos y a las personas con las que tengo la oportunidad de compartir: “Es mejor hablarse que escucharse”.